Reunión junto a las Vías
La gasolinera zumbaba con el caos habitual —motores rugiendo, boquillas de combustible haciendo clic, conversaciones mezclándose en el ruido de fondo— pero todo parecía desvanecerse a medida que la atención se centraba en un solo lugar. Cerca de los surtidores, los dos motociclistas continuaban con sus burlas, sus voces cortando el aire con cruel precisión. Sus mofas no solo se oían; hacían eco, rebotando en el metal y el hormigón como un desafío. Ya no era solo una broma, era un espectáculo, y todo el mundo lo sabía.
“¿Alguna vez has intentado cambiar esa camioneta por una cinta de correr?” ladró uno de ellos, provocando otra ronda de risas desagradables. La gente observaba, sin unirse, solo observando con los brazos cruzados y expresiones tensas. Algunos desviaban la mirada incómodos; otros miraban fijamente, como esperando el inevitable desenlace. Jake y Travis, completamente ajenos a la tensión que se densificaba a su alrededor, seguían adelante, pensando que solo estaban dando un espectáculo. Lo que no se daban cuenta era de que la multitud no estaba entretenida, estaba esperando.