Una noche en vela

Una vez más, John se quedó despierto hasta tarde, siguiendo de cerca cada movimiento de Max. Con café en mano, se sentó en silencio en el salón, observando atentamente al curioso perro.

Max parecía especialmente alerta alrededor de la medianoche, paseándose de un lado a otro y olfateando el aire ocasionalmente. “¿Qué pasa, amigo?” susurró John suavemente, esperando alguna pista.

Pero Max no dio respuestas, solo su inquebrantable vigilancia.

Las horas se arrastraban lentamente, la noche se extendía interminablemente con cada minuto lleno de preguntas sin respuesta.

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