¿Algo en el sótano?

Una noche, John notó que Max se ponía inusualmente inquieto cerca de la puerta del sótano. El perro, normalmente tranquilo, comenzó a gemir y arañar furiosamente el marco.

“¿Qué pasa, amigo?” preguntó John, agachándose para consolarlo.

Pero Max se negaba a calmarse. Sus patas seguían rascando la puerta, sus ojos estaban bien abiertos e intensos, como si algo urgente estuviera al otro lado.

John miró fijamente la puerta del sótano, un escalofrío le recorrió la espalda. No tenía idea de lo que Max percibía, pero claramente no era nada.

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