Martha encontró la felicidad
Vivir cerca del parque se convirtió en la terapia diaria de Martha. Cada mañana, caminaba por sus senderos serpenteantes, respirando la calma, observando a las ardillas corretear entre los árboles y a los pájaros volar por encima. El ritmo natural de la vida a su alrededor la anclaba. “Esto es paz”, pensó, deteniéndose para ver bailar la luz del sol sobre la superficie del estanque.
Se unió a un club de lectura local, hizo amigos con sus vecinos y redescubrió la alegría en la vida comunitaria. Poco a poco, fue tejiendo un nuevo sentido de pertenencia. El miedo que una vez la persiguió era ahora un eco lejano. Mientras se sentaba en un banco del parque sonriendo a extraños que pronto se convirtieron en amigos, Martha sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: felicidad.