Ella se mudó
Martha se mudó a un barrio más tranquilo al otro lado de la ciudad, eligiendo una modesta casa cerca de un parque que siempre había admirado. Su nueva calle era pacífica, bordeada de altos robles y caras amigables. Mientras desempacaba sus pertenencias, observó las paredes limpias y el aroma fresco; aquí no había recuerdos oscuros, solo posibilidades.
Por primera vez en semanas, se permitió relajarse. El estrés que se había aferrado a ella como la niebla comenzó a disiparse con cada caja que vaciaba. “Esto ya se siente mejor”, pensó, sentada en su nuevo porche con una taza de té. El espacio desconocido se estaba convirtiendo rápidamente en un santuario, uno que finalmente podía llamar suyo.
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