A pesar de la eliminación
Incluso con la plaga eliminada, Martha no podía sacudirse la sensación de inquietud. Cada crujido del suelo o susurro del viento afuera la ponía tensa instintivamente. Sus noches eran inquietas, llenas de pensamientos ansiosos y arañazos imaginados. “¿Y si alguno se escapó?”, se preguntaba a menudo, incapaz de silenciar la paranoia.
Se encontraba revisando el desagüe del fregadero más de una vez al día, encendiendo cada luz antes de entrar en una habitación. La casa ya no se sentía como un hogar, era un lugar de vigilancia. Aunque la lógica le decía que todo había terminado, el trauma de la experiencia había dejado su huella. Martha se dio cuenta de que necesitaba más que una fumigación: necesitaba un nuevo comienzo.
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