Martha jadeó
La reacción de Martha fue instantánea. Jadeó y se echó hacia atrás bruscamente, llevándose la mano a la boca. Dentro de la caja había una cola gruesa, de color rosa pálido, gruesa como una serpiente, pero más suave, segmentada y de alguna manera… extraña. “¿Qué es eso?” espetó, tropezando con la silla de la cocina que tenía detrás. La cola se movió débilmente, como si hubiera sentido su presencia, enviándole un escalofrío por la espalda.
George cerró la tapa de golpe, asegurándola firmemente con un movimiento practicado. “No es una serpiente”, dijo con severidad, girándose para mirarla. Sus ojos se encontraron, y Martha vio algo en su expresión que le revolvió el estómago: incertidumbre. “No lo entiendo”, susurró, con la voz quebrada. Su mente luchaba por dar sentido a la extraña y alienígena visión ahora sellada detrás de metal y cristal.