Martha observaba

Martha permaneció sentada, pero sus ojos seguían cada movimiento. El equipo trasladó la pesada caja de contención a un rincón de la cocina, rodeándola con equipo adicional: monitores, sensores, incluso abrazaderas de peso. George los dirigía con urgencia concentrada, su voz baja pero firme. “Necesitamos monitorearla constantemente. Nadie toca la caja sin guantes”, dijo.

Martha miró la caja como si contuviera una bomba en lugar de un ser vivo. El caos se había calmado, pero su miedo no había disminuido por completo. “¿Y ahora qué?”, susurró, apenas capaz de hablar por encima del silencio que siguió. George se volvió hacia ella lentamente, su rostro demacrado y serio. “Ahora”, dijo, haciendo una pausa por un momento, “vamos a averiguar con qué estamos lidiando.”

Advertisements
Advertisements