El dolor perdura
Mientras intentaba sentarme con mis pensamientos, estos se volvieron más oscuros. No dejaba de imaginarlos: riendo en un café, tomados de la mano bajo el sol, viviendo en una fantasía mientras yo estaba en casa, ajena a todo. Cada escena se sentía como una daga, cada detalle imaginado peor que el anterior. No podía detener las imágenes.
La traición no fue solo física, fue emocional, psicológica y espiritual. Le había dado mi confianza, mis años, mi corazón. Y ahora, todo lo que me quedaba eran promesas rotas y visiones fantasmales de un amor que para él nunca fue real. Intenté apartarlas, pero me seguían atormentando.
Advertisements
Advertisements