Observando y esperando
Decidí quedarme donde estaba, atraído por una curiosidad que me mantenía inmóvil. No era una escena que uno se encontrara todos los días: un grupo de motociclistas, llenos de bravuconería, enfrentándose a un camionero cuya calma era casi inquietante. Tenía todos los ingredientes para ser una historia que valía la pena recordar, y no podía quitarme la sensación de que lo que sucediera a continuación sería algo de lo que se hablaría durante mucho tiempo.
La escena se desarrolló a su propio ritmo extraño, una combustión lenta que no necesitaba acción manifiesta para captar la atención. La falta de movimiento solo hacía la tensión más palpable, como la electricidad crepitando justo debajo de la superficie. Era una confrontación silenciosa, pero el aire zumbaba con una intensidad cruda, y se sentía como si todos estuvieran conteniendo la respiración, esperando que algo se rompiera.