Los nervios empiezan a notarse

A medida que el silencio se prolongaba, los motociclistas más jóvenes comenzaron a mostrar signos de inquietud. Era como si sintieran que algo había cambiado en la atmósfera pero no pudieran descifrar qué. Sus movimientos se volvieron nerviosos, inquietos. Arrastraban los pies, intercambiando miradas de preocupación, como buscando consuelo el uno en el otro. La energía confiada que habían llevado con tanta facilidad momentos antes se les escapaba entre los dedos, dejando atrás solo incertidumbre.

Incluso sus risas, que antes habían sido fuertes y ruidosas, comenzaron a sentirse torpes, forzadas. Era como si el sonido ya no encajara, un intento fuera de lugar de llenar el silencio cuando ya no estaban seguros de lo que estaba sucediendo. El humor en el que confiaban para mantener el control de repente se sintió vacío, y el aire, antes denso con bravuconería, ahora zumbaba con confusión y duda.

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