Martha se desplomó en una silla
Sus rodillas flaquearon en el momento en que la adrenalina se desvaneció, y Martha se dejó caer en la silla más cercana como si su cuerpo estuviera hecho de piedra. Se hundió el rostro entre las manos, intentando regular su respiración. La habitación se balanceaba ligeramente, su mente aún conmocionada por lo que acababa de vivir. “Gracias”, murmuró, con la voz ronca y apenas audible, como si viniera de muy lejos.
George se arrodilló a su lado, su expresión suavizándose. Aunque pálido y todavía afectado, le ofreció una sonrisa tranquila. “Lo hiciste muy bien, Martha”, dijo, posando suavemente una mano en su brazo. Ella asintió, apenas pudiendo registrar sus palabras a través del zumbido en sus oídos. El peligro había pasado, pero el peso emocional de lo sucedido apenas comenzaba a golpearla.