Ella le preguntó a George
Martha no pudo más. “George, ¿qué pasa? ¿Por qué se siente tan… mal?”, preguntó ella, con la voz llena de pavor y curiosidad. George la miró brevemente, apretando la mandíbula. “No lo sé”, respondió en voz baja, con un tono mesurado. “Todo lo que sé es que no es algo que hayamos visto antes, y eso lo hace peligroso. Primero necesitamos contenerlo”.
Martha asintió, aunque el miedo la seguía atenazando con fuerza. “Está bien”, dijo suavemente, “pero cuando esto termine, necesito saber qué ha estado viviendo en mi fregadero”. Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. George la miró a los ojos por un segundo, luego se volvió hacia la caja. “Tendrás tu respuesta”, dijo con calma, “pero solo una vez que esté asegurado”.
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