Martha suplicó en voz baja

La voz de Martha se había vuelto débil y áspera. “Por favor, George, no puedo hacer esto sola”, susurró, apenas pudiendo hablar mientras un dolor le recorría desde la muñeca hasta el hombro. El cristal temblaba bajo la tensión de la criatura que había debajo, y el cuerpo de Martha temblaba con él. Estaba perdiendo la batalla, centímetro a centímetro, momento a momento.

George se acercó un poco más, con la preocupación profundamente grabada en su expresión. “Resiste, Martha”, dijo suavemente, tratando de calmarse a sí mismo y a ella. Pero ella podía ver el sudor corriendo por su rostro, sus nervios a flor de piel. “No puedo aguantar mucho más”, sollozó, con las mejillas mojadas por las lágrimas. “Por favor… dime que ya casi llegan.”

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