La alarmante reacción del veterinario
Confundida y asustada, Martha miró fijamente a George, el veterinario. “¿Qué quieres decir con que no es una serpiente?”, preguntó ella, apretando el vaso. La criatura debajo se retorcía con más agresividad, y la mano de Martha tembló ligeramente mientras intentaba evitar que escapara. Podía sentir el movimiento a través del cristal, lo que le aceleraba el pulso.
George parecía inquieto, claramente luchando por encontrar las palabras adecuadas. Después de una larga pausa, se giró sin responder y sacó su teléfono. “Mantén la mano ahí”, dijo abruptamente, ya caminando hacia la puerta. “No dejes que se mueva; necesito llamar a alguien de inmediato.”
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