Ayuda en la Puerta
Los minutos se sentían como horas mientras Martha permanecía inmóvil en su cocina. Justo cuando su brazo comenzó a cansarse, sonó el timbre. El alivio la invadió. Sin moverse de su sitio, gritó: “¡Entra por la puerta trasera!”. Su voz resonó por toda la casa, desesperada porque quienquiera que fuera la escuchara.
No podía arriesgarse a dejar el vaso desatendido. Cualquier momento de distracción podría permitir que la cosa escapara. Pronto, escuchó pasos alrededor de la casa, y luego alguien finalmente entró en la cocina. Un hombre apareció en el umbral, sus ojos escaneando la tensa escena. Martha sintió un destello de esperanza.
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