La agudizada conciencia de Nyx


Nyx empezó a pasar largos periodos en la ventana, con las orejas erguidas y el cuerpo inmóvil, observando el mundo exterior con intensa concentración. Cualquier ruido —un pájaro, una rama quebrándose— lo hacía levantarse al instante. Su comportamiento tranquilo estaba cediendo a algo más primitivo, más vigilante. “Está esperando algo”, dijo Emma, mirando a través del cristal.

En los paseos, sus ojos escaneaban el área constantemente, y sus movimientos eran más agudos, más deliberados. El señor Johnson comentó: “Es como un soldado en patrulla”. Cualesquiera que fueran los instintos que impulsaban a Nyx, inquietaban cada vez más a la familia. Necesitaban respuestas, y rápido.

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