Un día en el parque
Más tarde, Jaime llevó a Emily a su parque favorito, ese lleno de risas infantiles y recuerdos de padre e hija. Corrieron hacia los columpios, se rieron por los toboganes y se detuvieron en el estanque para arrojar migas de pan a los patos. Todo se sentía a la vez nostálgico y completamente nuevo.
Con cada explosión de risas y cada persecución juguetona, fortalecieron su vínculo. El sol de la tarde los bañaba con calidez, como si el mundo mismo estuviera celebrando su reencuentro. En esos momentos despreocupados, Jaime sintió que la brecha de dos años se cerraba suavemente con cada sonrisa y cada paso.
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