Una vida que no era la suya


Los sueños de Chase se hicieron más detallados con el tiempo. Se veía trabajando en una pequeña granja con un perro leal a su lado, compartiendo cenas y momentos de tranquilidad con una mujer que le traía paz. No eran ideas vagas; eran escenas nítidas y emotivas que se sentían vividas.

Pero no tenía vínculos con la agricultura ni con Europa; había crecido en una ciudad ajetreada, lejos del campo. Aun así, los sueños persistían y el misterio de su origen lo carcomía. Finalmente, decidió que la única manera de encontrar claridad era ir a Rumanía él mismo y ver si algo le resultaba familiar.

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