¡Pato, pato… Ay!
Se suponía que iba a ser un selfie tranquilo: cielo soleado, vistas a la montaña y un arroyo pintoresco. Un pato de aspecto amigable posado tranquilamente en una roca le daba el toque perfecto de encanto. Pero justo cuando el obturador hizo clic, la naturaleza decidió colarse en la foto. El pato se abalanzó hacia adelante, con el pico abierto, y apuntó directamente al dedo de la chica. ¿El resultado? Una instantánea perfectamente sincronizada que convirtió un inocente selfie en una mina de oro de comedia accidental.
Lo que hace inolvidable este momento es el contraste entre la expresión alegre de la chica y el ataque inesperado del pato. Es una foto que captura el segundo exacto en que la calma se convirtió en caos. Momentos como este nos recuerdan que en la naturaleza –o con la fauna– nunca tienes el control total. A veces, los mejores desastres son los que nunca esperabas.